miércoles, 29 de febrero de 2012

Sinopsis

Muchas veces tratamos de huir de nuestra realidad he imaginamos irnos a un lugar diferente, pues a Ámbar le ocurre inesperadamente esto. Descubriendo que aquel poco tiempo que recuerda en este, nuestro mundo, no es más que transitorio y que su verdadero lugar está en un donde nunca las personas realistas pensarían que existe. ¿Qué niña no ha soñado ser una princesa? ¿O qué niño no ha querido ser un héroe? Todos los que hemos tenido una infancia hemos jugado. a ser reyes y comandar un imperio. Combatir guerras y ser los triunfadores. Pero… ¿Estaríamos preparados si nos toca ese destino en la realidad? Ámbar tiene que demostrar que puede afrontar su verdadera vida y lograr llevar adelante su reino

sábado, 11 de febrero de 2012

Índice


Capítulo 1:
Yahannat. Reino de los humanos

Capítulo 2:
El rubí

Capítulo 3:
Rubí Hannat

Capítulo 4:
Trenix y la fruta prohibida

Capítulo 5:
El castillo Elfo

Capítulo 6:
Anthor y las nuevas órdenes de Merry

Capítulo 7:
La estrategia de Ámbar

Capítulo 8:
La batalla final

Capítulo 9:
Grackon y los Ragijones

Capítulo 10:
El principio del fin





Agradecimientos a Nelson Fuentes creador de cada una de las ilustraciones

viernes, 3 de febrero de 2012

Cap. 2°: El rubí


El rubí
Caminaron varios metros en la oscuridad y Ámbar sentía que las noches ahí eran totalmente diferentes a las que conocía. Esta­ban cansados, no habían dormido nada ni habían cenado. No estaban muy lejos del reino de Janas, donde la adivina los mandó. Desde donde estaban veían el gran fuerte, Ámbar lo vio como un gran sueño, jamás había visto un castillo, sólo por fotos, o por lo menos eso pensaba. Xinux no se había dado cuenta que estaban llegando, se encontraba muy pensativo.
El castillo estaba rodeado por un canal y el acceso a la entrada se daba por un gran puente. La gran puerta estaba abierta y dos soldados custodiaban armados la entrada.
-     ¿Adónde creéis que vas?- interrogó uno de los guar­dias, usando, al igual que el otro, la espada para interrum­pir el paso.
Xinux no supo que decir, parte de él no sabía que estaba haciendo allí, pero tampoco quería anunciarse como quien era. El soldado frunció el ceño, quería una respuesta inmediata, o por lo menos que no molestaran y se fueran. Xinux continuó en silencio y Ámbar no sabía qué hacer.
-     Si no tendréis nada que hacer, ¡Fuera de aquí o los ma­taré!
El guardia ya se abalanzaba sobre ellos cuando una voz lo detuvo.
-     ¡Alto! ¡En guardia soldados!- estos se pusieron el posi­ción de firmes al escucharlo - ¿Qué sucede aquí?
-     Comandante lo que pasa es...
-     ¡Callad soldado! Nadie os ha pedido que habléis - retó en­fadado - ¿Vosotros sois los invitados del rey, verdad? Disculpadme este mal entendido. Pasa, os llevaré de­ntro del castillo.
Así lo hicieron, pasando las casas de los campesinos, el co­mandante los dejó justamente frente a la puerta del enorme casti­llo, a merced de una mujer, que parecía ser una de las siervas del lugar.
-     Los estaba esperando. Pasad, los llevaré a vuestras habita­ciones, pero antes quisiese que comierais algo.  Estoy se­gura de que estáis cansados por el viaje.
Después de guiarlos al comedor y de servirles variedades de manjares, les propuso ir a las habitaciones. Xinux al igual que Ámbar estaban realmente atónitos, no entendían nada de lo que pasaba, pero aun así estaban dispuestos a llegar hasta el final, sin importar los obstáculos, ya que todo esto no le parecía una simple coincidencia. El castillo era muy agraciado, con majestuosas reliquias y grabados en las paredes.
Caminaron por unos pasillos y subieron varias escaleras, hasta llegar a un larguísimo pasillo, de muchas puertas. Cada puerta tenía un pequeño cartel con un número. Llegaron frente a unas habitaciones enfrentadas, la mujer abrió una de ellas anuncián­doles el fin del recorrido.
-     Hemos llegado. Ésta habitación, la quinta puerta a la dere­cha, será de la niña, y esa, la sexta a la izquierda, será del caballero. Mi nombre es Emma, ¿Cuáles es vuestros nombres?- al escuchar el silencio respondió -¡Qué torpeza la mía! Disculpadme, ya lo he recordado: Xinux y Ámbar, ¿Verdad?
-     ¿Cómo vosotros sabréis eso?- preguntó sorprendido
-     Me lo anunció Merry; el rey ni el príncipe están en el casti­llo. Fueron a Monts. Ahora bien, si queréis saber porqué estáis aquí tendrían que averiguarlos vosotros mismos, porque Merry no me lo ha concedido y no ima­gino la razón que debió de tener...
-     Os quiero agradecer por vuestra amabilidad hacia con no­sotros y quiero deciros que los amigos de Merry son mis amigos, estoy a vuestro servicio
Xinux hizo una leve reverencia, signo de aprecio. Ámbar lo imitó y luego se despidieron. Emma se fue, Xinux y Ámbar entra­ron en sus habitaciones. Ambos estaban cansados por lo que deja­ron sus bolsos a la orilla de la cama y se acostaron en esas enor­mes camas. Ella acomodo a Pardy a su lado, e igual que Xinux, se durmió. Él se despertó a los pocos minutos, pero Ámbar se hun­dió en un sueño profundo:
                                    ***
Se hallaba en ese mismo castillo, caminando por unos pasillos interminables. De pronto las luces se apagaron una por una, dejándola en total oscuridad, sólo la claridad de la noche ilumi­nada por la luna llena daba la posibilidad de ver. Siguió cami­nando y mientras lo hacía extrañamente las paredes, el techo y el suelo se fueron deformando, todo se volvió desagradablemente horrible, el cuerpo de Ámbar se cubrió de escalofríos. El corredor estaba cubierto de telarañas y había una gran cantidad de ratas, arañas, desperdicios y hasta huesos. Ámbar miraba a su alrededor, horrorizada por todo aquello, lo único que hizo fue correr.
El pasillo le pareció infinito y su corazón latía acelerada­mente. De repente delante de sus ojos se agrietó el suelo y em­pezó a abrirse. Ella se detuvo y miró hacia aquel hueco y pudo ver desde allí un cofre dorado, que brillaba sobre un escritorio. Sin apartar la vista del cofre pensó en huir, y al levantar la vista se encontró con que todo era nuevamente normal, miró otra vez donde se hallaba la grieta pero esta había desaparecido. A su lado había un reloj grande, de madera, al que se quedó mirando fija­mente como las agujas se movían y el segundero daba cada paso nombrándose con un ruido cada vez más fuerte,  que fue haciendo eco en su mente, dejándola hipnotizada. El reloj marcaba las 12:30 a.m. Sin darse cuenta algo se había acercado a ella y se estrelló sobre su cuerpo.
                                         ***
Asustada, despertó de un grito, su cuerpo y su cara estaba su­dando. Después de despabilares notó que Pardy no estaba en donde lo había acomodado dulcemente. Miró a su alrededor y vio su pe­queña y larga cola salir tras la puerta entre abierta de la habita­ción. Entonces, se levantó de la cama y lo siguió a paso lento. Aquel gatito caminaba ligeramente y se perdía al doblar por los pasillos, dándole trabajo a Ámbar que le seguía sin dar a co­nocer su presencia, quedándose a distancia y observando todos sus movimientos. De un momento a otro, Pardy sube por una mesa, la cual se hallaba en uno de los corredores, y salta sobre algo, que desde donde estaba no logró divisar. El peso del gato inclinó aquel objeto, pero este se quedó sentado sobre el sin darle impor­tancia.
Ámbar se fue acercando, para agarrar a aquel travieso y aco­modar aquel artefacto. A medida que se acercaba se fue asom­brando al notar que era un reloj, pero no cualquiera, sino el de su sueño, se quedó mirándolo fijamente, marcaba las 12:30 a.m. De pronto Pardy salta sobre ella, asustándola tanto que dio un grito, el cual resonó por los pasillos, prolongado por un leve eco.
Xinux estaba acostado sobre la cama, muy cansado por el viaje, el sueño le ganaba. Aun sintiéndose así no podía dormir, pues estaba muy preocupado. Se levantó de la cama y salió de la habitación. Eran las 11:45 p.m. y habían pasado 15 minutos cuando el regresó. Se volvió a recostar en la cama, tratando de conciliar el sueño, pero le era imposible. Dio mil y una vueltas en la cama tratando de dormir, pero nada resultaba. Cansado de intentarlo, se recostó boca arriba mirando fijamente el techo, pensando en la primera vez que la volvió a ver a Ámbar, así como la descubrió, tan bella. Se quedó pensando en sus ojos, cuando al fin volvió a mirarla nuevamente en esos ojos azules y recordó aquella mirada con la que le respondió.
Había pasado más media hora, eran las 12:30 a.m., cuando de re­pente escuchó un grito. Sobresaltado se levantó y salió co­rriendo por el corredor, guiado por aquel eco que poco a poco se desva­necía. Desconcertado se paró justo frente al reloj, estaba cansado, había corrido por todos los corredores durante más de 15 minutos, sin encontrar a Ámbar, a quién buscaba, ya que, estaba seguro de que era ella.
Decidió volver a su habitación, preocupado por no haber en­contrado a la dueña de aquel grito. Llegó a la puerta de su habita­ción, pero la duda lo invadió y echó un vistazo a la puerta cerrada de Ámbar. Abrió y pudo ver asombrado a Ámbar durmiendo cómodamente junto a Pardy. Más tranquilo ya, pero aún algo extrañado, se fue a su habitación con la cálida imagen de Ámbar acurrucada sobre las sabanas de su cama.
-     Parece un ángel - suspiró - pobrecita tantas cosas que va a pasar, lo malo que está por venir, ella no lo sabe y será muy tarde para cuando lo sepa.


Amanecía, Ámbar despertó con los rayos del sol que entraban por la ventana abierta de par en par, las cortinas blancas volaban suavemente por la brisa refrescante que llenaba de vida a aquel lugar. Pardy se encontraba jugando con un ovillo, que ni se ima­ginaba como había llegado allí.
-     ¡Pardy!, ¿Qué haces con eso? ¿De dónde lo sacaste?
El pequeño se acercó a ella y se dejó agarrar por las delicadas manos de su nueva dueña, quien la puso sobre la cama, en ese justo instante llamaron a la puerta.
-     ¡Pase! - contestó ella.
-     ¡Buenos días! ¿Cómo habéis amanecido? - exclamó Xinux tímidamente, asomándose detrás de la puerta.
-     Pasa. Bien, ¿Y tú?
-     Bien... – dudó
-     ¿Dormiste bien anoche?
-     En realidad no, tuve problemas para dormir, pero nada fuera de lo común. ¿Vosotros habéis dormido bien? ¿Os habéis despertado por la noche?
-     Sí, me desperté, tuve una pesadilla y me levanté sobre sal­tada, a eso de medianoche.
-     Eso explica el grito - dijo para sí.
-     ¿Qué?
-     Nada importante, estaba pensando en voz alta. Os venía a decir que será mejor que hoy mismo marchemos al Reino Yahannat - ella asintió - Le recomiendo que descanséis y que comáis bien. Ahora me marcho, así podéis seguir con vuestras cosas, permiso.
Xinux salió de la habitación y se encontró con Emma en la puerta.
-     ¡Buenos días, mi lord!
-     ¡Buenos días!
-     El desayuno está listo, quisiera que vosotros me acompañ­éis al comedor.
-     Así lo haré.
-     Avisaré a Ámbar, esperadme un segundo.
-     ¡Pase! - exclamó Ámbar al escuchar nuevamente tocar la puerta.
-     ¡Buenos días, mi lady!
-     ¡Buenos días!
-     Quería avisarle que el desayuno está servido.
-     Bueno, Esperadme un momento, me cambio y los alcanzo.
-     Claro, no os preocupéis, esperaré tras la puerta - tranqui­lizó y luego se retiró.
Buscó su equipaje a su alrededor, ya no estaba donde lo había dejado, sino sobre un mueble de a habitación. El bolso se hallaba ordenado, pero a ella eso no le llamó la atención. Buscó dentro de éste algo para ponerse y su mano sintió algo frío y pequeño. Sacó aquel objeto, encontrándose con una llavecita metálica, en ese instante se le atravesó la imagen del cofre del sueño.
-     ¿Mi lady, estáis lista?- preguntó Emma, tras la puerta.
-     Un momento, ya voy- respondió.
Dejó la llave en donde la encontró y sacó un vestido de color manzana, se lo puso velozmente, luego cepillo su largo cabello, agarró a Pardy entre sus manos y salió de la habitación.
-     ¡Ya estoy lista! - exclamó - ¡Podemos irnos!
Marcharon los tres, y mientras caminaban, Ámbar se perdió entre sus pensamientos, en su mente se le atravesaban millones de imágenes.
Se recordó ante aquel reloj, mirándolo fijamente, cuando de pronto Pardy salta sobre ella asustándola tanto que retrocedió e inmediatamente y cayó al suelo. Al darse cuenta de lo sucedido agarró a Pardy y lo acarició diciéndole: <<Pequeño travieso, ¿dónde crees que vas?>> Dejó al gatito en el suelo, se levantó y acomodó el reloj, en ese segundo y sin poder darse cuenta, hasta ya muy tarde, el suelo se desapareció dejándola caer. Cayó sobre un colchón, él cual llenó de polvo el ambiente, parecía que había estado muchos años allí.
Sin entender en donde se hallaba, miró a su alrededor y se en­contró en una habitación oscura y abandonada, llena de insectos, telarañas y envuelta totalmente en polvo. Miró hacía arriba y vio como una tenue luz atravesaba aquel hueco por donde había caído, era lo suficientemente grande como para que ella pudiera caer en él. Miró nuevamente a su alrededor, pero esta vez lo hizo con el propósito de saber que había en ese lugar y porque estaba abandonado. Mirando superficialmente las cosas, algo le llamó realmente su atención. Sobre un escritorio se encontraba un cofre, pequeño y opaco, y sin pensarlo dos veces se acercó a él. Tenién­dolo en sus manos sopló con gran fuerza, descubriendo luego que poseía un increíble brillo dorado, lo cual le hizo recordar el cofre de su sueño.
Observó el cofre, lo examinó detalladamente notando una pe­queña cerradura, la cual se hallaba cerrada, pero no encontró la llave. La buscó por sus alrededores, con la vaga idea de poder encontrarla, ya que la oscuridad y el polvo se lo imposibilitaban, hasta que creyó que era mejor marcharse, pero antes quería llevar con­sigo el cofre. Ya lo tenía en sus manos, cuando el maullido de Pardy la alertó y decidió salir rápidamente de ahí. Los muebles se encontraban amontonados bajo aquella abertura, los cuales habi­litaban la posibilidad de salir. No le fue difícil escalarlos, ya que, en pocos minutos se encontraba fuera. Apenas salió, aquel hueco se cerró incomprensiblemente detrás de ella. Con temor se le­vantó, alzó a Pardy y salió corriendo hacía su habitación. Con mucho esfuerzo logró encontrar la puerta correcta, la abrió, entró dejando, sin darse cuenta, la puerta entre abierta, dejó el cofre bajo la cama y se acostó, casi desplomándose sobre la ella, pa­recía haberse quedado dormida, porque sólo vio una imagen ne­gra.
Ya habían llegado al comedor, Xinux miraba fijamente al plato, deslizando con su tenedor su comida de un lado para otro. Ámbar comía distraídamente, hasta que el incesante ruido del tenedor raspando el plato le llamó la atención.
-     ¿Qué te pasa?
-     Pues nada importante... - suspiró - No dormí bien ano-che. Querría preguntaros algo, claro, si mi lady me lo permite.
-     Sí, dime.
-     Anoche, ¿Salisteis de la habitación?
-     En realidad... - dudó - Sí, ¿por qué?
-     Es que anoche estaba preocupado y fui a vuestra habita­ción para ver si os encontrabais bien, si necesitabais algo, como vi que dormíais y os encontrabais bien me fui, pero torpemente deje la puerta entre abierta.
-     Pues sí, salí. Eso explica como Pardy salió de la habita­ción, pero tanto cuando salí como cuando entré dejé la puerta entre abierta...
Xinux se quedo pensativo, alguien más parecía haber entrado en la habitación, pero “¿Quién?”, se preguntaba, no le quedaba claro y volvió a preguntar, tratando de averiguar si podía ser una idea absurda la que tenía.
-     ¿En ningún momento salisteis de nuevo?
-     No.
-     ¿Estáis segura?
-     Sí, estoy segura.
-     Tal vez... - pensó, y dirigiéndose a Emma, que estaba tra­yendo el postre, exclamó - Señorita Emma, ¿Vosotros, por casualidad, no habéis entrado a la habitación desig­nada a la señorita Ámbar a horas de la noche?
-     No mi lord - aseguró - Anoche no...
-     ¿Y fue en algún otro momento? - interrogó, la respuesta le había intrigado.
-     Sí, hoy al amanecer fui a abrir las ventanas, y como vi que todas las cosas estaban hechas un desorden, me tome el atrevimiento de acomodarlo.
-     ¿Qué? - exclamó Ámbar, no entendía nada, ella no había to­cado el bolso, como mucho lo había puesto a orillas de la cama.
-     Sí, vuestras cosas estaban desordenadas por toda la habita­ción. Yo me tome el atrevimiento de acomodar las ropas y meter las cosas en vuestro bolso, hasta la llavecita que estaba bajo la cama. ¿Por qué? ¿Os falta algo? Tal vez quedo bajo la cama. ¿Quisierais que lo busque?
-     ¡No! - gritó - Estoy segura que no me falta nada, sólo era porque como estaba todo cambiado de lugar - aclaró y agradeció - ¡Muchas gracias!
Xinux la miró asombrado ante semejante negación casi ins­tantánea, le parecía que algo no quería que encontrara en su habitación, pero “¿Qué?”, pensó.
-     Estoy a vuestras órdenes, no hay que agradecer. Aquí les dejo el postre, debo seguir con mis labores - informó son­riente.
-     Se ve delicioso - la halagó Ámbar apenas lo vio, Emma son­rojó, pero aún más cuando Ámbar manifestó - Está delicioso, verdaderamente exquisito.
-     ¡Gracias! - exclamó y en seguida se marchó.
Ámbar estaba muy insegura, no sabía si debía de decirle lo del cofre y lo que había pasado anoche, pero no sabía cómo hacerlo así que calló.
-     Con su permiso - dijo Ámbar.
-     Propio – respondió Xinux y ella prosiguió.
-     Me iré a la habitación.
Ámbar marchó, entró a la habitación y se recostó boca arriba sobre la cama, fue en ese momento cuando se acordó de aquella llavecita que había encontrado. Trató de ignorarla, pero no resis­tió, sintió la necesidad de ir por esta, tanta fue la tentación que rápidamente buscó la llave en aquel bolso. Cuando finalmente la tenía en su poder la agarró como si fuera algo muy valioso, soste­niéndola fuertemente a puño cerrado, como si se le fuera a esca­par. Se acercó a la cama y se sentó sobre sus talones sacando con su mano hábil el cofre y cuando estuvo fuera dejó caer la llave al piso. Sujetándolo con las dos manos, lo depositó suavemente sobre la cama. Agarró nuevamente la llave y la introdujo en la cerradura dándole una vuelta. Al terminar de girar la llave, la sacó y en ese mismo momento el cofre se abrió dejando a la vista una gran y perfecta gema, tan brillante como un diamante. Era un colgante con un precioso rubí, seguramente alguien logro partirlo porque le faltaban pedazos. Era tan magnífico que robó la admi­ración de ella y la sedujo completamente, sentía como una atrac­ción sobre este objeto, algo que no lograba entender. Su corazón latía fuerte parecía que iba a estallar.
Metió la mano delicadamente bajo el rubí, levantándola hasta la altura de su pecho y luego con su otra mano cerró la que sos­tenía la reliquia. Fue entonces cuando sintió algo en sí que le forzó presionar fuertemente sus manos. En su mente se atravesa­ron miles de imágenes proyectadas como un vídeo entrecortado.
Ve entonces un carruaje yendo a gran velocidad por un ca­mino, siente como este se balancea de aquí para allá en las curvas del camino por el gran y oscuro bosque. Luego escuchó el llanto de una criatura y ve como una muchacha joven arropaba a una pe­queña con sus mantos blancos, lloraba, sus ojitos tan chiquitos y azules daban tanta ternura. La imagen fue superpuesta por otra, la cual no era nada grata. Ve a la misma mujer tirada en el suelo inconsciente. A pocos metros dos hombres a duelo, peleando con sus espadas acaloradamente. Miles de soldados los rodeaban a unos cuantos metros de ellos, no les veía sus rostros, apenas veía sus armaduras y armas reflejadas en la luz de la luna llena. En el cielo ninguna estrella. Poco a poco los árboles fueron tapando ese cielo azul oscuro, parecía estar en movimiento.
Después de esto, ella volvió en sí, ya no veía ninguna imagen, ahora todo era normal. Se dio cuenta que había arrojado el rubí, sin saber en qué momento, ahora se hallaba al final de sus pies, había cambiado su postura tras la visión. Volvió a coger el rubí dejando el hilo, el cual lo sujetaba, colgando y lo miró atenta­mente, tratando de descubrir que era lo que le provocaba ese insólito sentimiento que no podía describir.
Xinux terminó de comer y se fue a su habitación. Por el ca­mino se acordó de algo y salió corriendo. Al entrar en su habita­ción buscó el bolso e intentó hallar algo desesperadamente. Pa­recía que era algo muy importante para él, pues su rostro presen­taba preocupación. Al final terminó sacando todo del bolso sin encontrar lo que buscaba. Lo buscó por toda la habitación sin tener éxito, parecía que ya no estaba allí lo que deseaba encontrar, alguien tal vez se lo había llevado. Resignado, dejó de buscar y empezó a ordenar aquel caos en que se veía envuelto.
Cuando acabó, se acostó en la cama boca arriba cansado y respiró muy profundo.
-     Alguien nos está siguiendo, alguien entró en la habitación anoche, cómo lo hizo en la de Ámbar. ¿Para qué quería la llave? Ni yo sé los secretos que se esconden atrás de ese pequeño objeto y que contenidos guardan aquella cerra­dura a la que corresponde esta - exclamó extrañado y algo abrumado - Pero tendré que seguir adelante hasta el final, no puedo dejar que el futuro de ella se escape de mi lado como agua entre los dedos - se alentó al fin - no, no lo haré...
Xinux apenas sabía algunas que otras cosas, pero sabía muy bien que Merry le podía sacar cada duda que tenía, pero este no quería decirle nada, le comentó un día, que supuestamente, no podía porque era su destino. Lo había pensado mucho, pero al fin se decidió y fue a hablar con Ámbar, dejando el bolso junto a la puerta se marchó. Ella estaba dominada por aquel fantástico ob­jeto, cuando escuchó la puerta.
-     ¡Un momento! - gritó mientras acomodaba el rubí en el co­fre.

Cerró el cofre, dejando la lleve dentro y la ubicó bajo la cama, luego se recostó y indicó que podía pasar.
-     ¡Pase!
-     Permiso. Mi lady, le debo de dar una noticia imprevista.
-     ¿Qué ocurre? ¿Sucedió algo malo?
-     No, no os preocupéis, está todo perfecto, sólo es un cam­bio de planes.
-     Dime la verdad, Xinux - ordenó ella, descubriendo que le ocultaba algo, notaba que no le decía la verdad.
-     Alguien ha entrado anoche a nuestras habitaciones, parece que sigue nuestros pasos, debemos irnos... - le confesó desconcertado, no sabía cómo había descubierto que mentía - No puedo ocultaros nada, como siempre me des­cubres cuando os oculto algo o miento, aunque sólo lo haya hecho para jugar por aquellos años.
-     ¿Enserio? - exclamó confundida.
-     Sí, por esa razón os lo digo. Bueno ahora que sabéis me gustaríais que juntaseis vuestras cosas para marcharnos de aquí lo más pronto posible. Iba a esperar que almorcemos pero creo que no debemos de perder más tiempo. Mien­tras tanto avisaré a Emma nuestra retirada del castillo.
Ella asintió vagamente, él se retiró de la habitación y fue al encuentro de Emma, la cual se encontraba en la cocina amasando.
-     Disculpad, vuestra merced- exclamó muy educado.
-     Sí, mi lord.
-     Quería avisaros que nos iremos ya mismo de Janas, es que ocurrió un imprevisto y no podemos quedarnos más tiempo.
-     ¿Es algo malo?
-     No, sólo es un cambio de planes, nada malo, no os preocupéis. Bueno, os agradezco vuestra ayuda y le pido que no digáis nada de lo que sabéis a nadie, con excep­ción de Merry, claro.
-     Lo sé. Espero que os vaya bien y que logréis lo que buscáis.
-     Gracias, ahora me iré a mi habitación a recoger mis cosas, con su permiso.
-     Propio.
Cuando al fin se fue Xinux, Ámbar se arrodillo al lado de la cama, sacó el cofre, lo abrió, lo depositó sobre la cama y buscó algo en su bolso. Sacó de allí un libro, un cepillo, un trozo de papel, el cual parecía un pergamino, dejándolos sobre el mueble y se llevó consigo aquel elemento que buscaba. Se acercó nueva­mente al cofre extrajo el rubí y lo introdujo en una bolsita marrón de tela, que era lo encontró extrañamente en su bolso. Estaba a punto de cerrar el cofre, cuando vio que aquella tela, la cual cubría el fondo de este, se había destapado en un rincón, dejando a la vista un papel de color blanco. Quitó la tela y sacó el papel dándolo vuelta. Lo que contempló era imposible de creer, era el rostro de aquella mujer que vio en su visión, su rostro tan lleno de luz y calma, acompañada de una dulce sonrisa, a diferencia de aquel rostro anterior que nada se parecía, ya que aquella presen­taba angustia y miedo. Era una bella mujer, de cabellos rubios y ojos azules. Aquella muchacha que apreciaba parecía un ángel, con su vestido blanco y su corona de rubíes, tan fina y delicada, que le daba un toque de magia a tan delicada figura angelical.
Ámbar suspiró profundamente, reflejada, en su imaginación, por aquellos ojos azules de aquella joven y volvió a suspirar, este nacía de lo más profundo de sí, lleno de nostalgia y dolor. Sin darse cuenta, de sus ojos cayeron unas lágrimas tan brillantes como aquel rubí y tan claro como agua de manantial. Su miraba se encontraba fija al retrato, era una pintura tan perfecta y tan hermosa como aquella mujer.
Al darse cuenta de que había derramado unas lágrimas, se secó sus mejillas y apartó la imagen, dejándola a un costado, junto con la bolsita marrón. Miró una vez más al cofre y encontró otro retrato, esta vez era la de un hombre. Este hombre, tan apuesto como varonil, se veía fuerte y confiado en sí mismo. Era un guerrero, teniendo en cuenta su extraordinaria y poderosa armadura. Sus ojos eran color miel y su pelo negro como el de Ámbar. En su cabeza tenía una corona dorada, como la de un príncipe, incrustada con piedras preciosas. Aquel rostro le parecía tan familiar, pero ella no recordaba haberlo visto nunca.
En el cofre no había nada más, sólo una mínima llave, aún más pequeña que la anterior. Juntó los retratos, se le había ocu­rrido ponerla en aquel libro, pero este tenía un candado pequeño, por lo que pensó ocurrentemente que la llavecita que estaba en el cofre pertenecía al libro. Agarró la llavecita e intentó abrir el candado, lográndolo efectivamente. Guardó las imágenes dentro de éste sin llamarle la atención lo que había dentro y cerró el candado, luego guardó la llave junto al rubí. Cerró el cofre y lo guardó junto a sus cosas. Esta última llave también la guardo en aquella bolsita junto al rubí y a la llavecita, luego recogió las cosas y las colocó dentro del bolso.  Al finalizar, llamó a Pardy, lo tomó entre sus brazos, recogió el bolso y salió de la habitación.
-     Estoy lista, Xinux - exclamó cuando lo tuvo enfrente - po­demos irnos cuando gustes.
-     Bueno, yo ya he guardado provisiones para el viaje, creo que será suficiente - le comentó y luego con gran amabi­lidad le expresó a Emma, quién se encontraba a su lado, su gratitud - ¡Muchas gracias por todo! Adiós, espero vedla nuevamente, mucha suerte.
-     Adiós Emma, muchas gracias, eres muy buena, mucha suerte - añadió Ámbar.
-     Adiós, yo os agradezco a vosotros, fue un gran honor ayu­daros, mucha suerte, que mi Diosa Ura los proteja y los bendiga.
Ambos marcharon, un soldado los acompañó hasta la salida. Nuevamente se encontraban fuera, tal vez peores peligros le espe­raban, quizás ya no sería una persona únicamente la que los estu­viera espiando, siguiendo y atormentándolos.
Xinux descubrió que era Ámbar quien le podía decir toda la información que quería saber, por eso le era importante que pu­diera recordar. Tenían mucho camino por recorrer y le iba a ser eterno, por lo que intentó entablar conversación, ya que ella se encontraba muy callada y pensativa acariciando a Pardy, mirando distraídamente los árboles de su alrededor.
-     ¿Cómo se ha portado el pequeño Pardy en este corto plazo?
-     Bastante bien, creo - dudó - pero es tan dulce y cariñoso que no importaría si hace lío - los dos rieron.
-     ¿Y cómo os sentís?
-     ¿Realmente quieres saber?
-     Sí, por esa razón os preguntó - afirmó triste ante semejante pregunta, la cual ponía en duda su preocupación por el bienestar de la persona que más apreciaba.
-     Pues… Más confundida que antes… - suspiró - Pero ahora con una pena.
-     ¿Por qué?
-     No sé realmente. Pero es muy largo de explicar, no encontra­ría las palabras correctas para explicarlo, además nunca entenderías…
-     Tenemos todo un día para que expliquéis, al anochecer llega­remos a Zelash, finalmente.
-     Los extraño - comenzó a asegurar - extraño una familia, no recuerdo a mi padre ni a mi madre y no sé si tengo fami­lia… Como… No sé… algún pariente, hermanos, primos, tíos… Qué alguien me diga quién soy, estoy tan aturdida con todas estas cosas nuevas que me confunden más. Esas imágenes que se proyectan en mí de algo que no sé si existió alguna vez…
-     ¿Qué? - dijo admirado - ¿Imágenes? ¿Tal vez un recuerdo?
-     No sé…No me vi en ninguno, excepto… - pensó - En aque­lla donde escalaba una montaña, pero no creo que sea de mi pasado, mi cuerpo no es de hace unos años.
-     ¿Aparte de eso habéis visto imágenes? ¿Recuerdos de algo? Tal vez es un gran avance, quizás estás muy cerca de que vuelva tu memoria.
-     Mi memoria… - su voz se fue apagando al nombrar pala­bra, apenas se escuchó lo que pronunció, su mirada se quedó fija. Recordó aquella imagen de la mujer tirada en el suelo - ¿Mi madre murió…? - susurró, luego gritó, como pudo, con temor y confusión - ¡No…!
-     ¿Qué pasa Ámbar? ¿Qué os ocurre?
Ámbar se arrodillo en el suelo, sentándose sobre sus talones, y se echó a sollozar.
-     Madre, tú no estás muerta, yo te voy a liberar, no me voy a rendir… Quisiera que alguien me ayude…
-     ¿Qué? - investigó Xinux, parecía que había recordado todo, sin embargo no entendía que era exactamente lo que decía.
Ámbar inclinó la cabeza, llevándose las manos al rostro. Luego se levantó lentamente, miro fijamente a Xinux, que atónito la miraba sin entender nada. Sus miradas chocaron nuevamente, los ojos de Ámbar que estaban más celestes que el cielo, se fue­ron cerrando y repentinamente se desmayó perdiendo el conoci­miento. Xinux cada vez más aturdido, y ahora asustado al ver a Ámbar inconsciente en el suelo, no supo qué hacer. Se agachó y la tomo entre sus brazos.
-     ¡Ámbar! ¡Despertad! Por favor despertad, no os podéis ir ahora… ¡No me dejéis…!

miércoles, 1 de febrero de 2012

Cap. 1°: Yahannat "Reino de los Humanos"


Yahannat
"Reino de los humanos"

Los incesantes pasos se escuchaban subiendo las escaleras a gran velocidad en el faro. Una hermosa figura atlética sube sin descanso los incalculables escalones que parecen infinitos a una cima que aparenta no tener.
La luz del sol ilumina su largo cabello oscuro, sus hermosos ojos azules y su bellísimo rostro. Mientras sube incansable-mente recuerda unas palabras que se destinaban a ella.
<<Querida Ámbar:
                Mi lady, el tiempo ha pasado, sé que sufres por no saber vuestro origen ni vuestra vida y aunque no entendáis nada nece­sito que vengáis a mi encuentro. Ésta es la única forma de que descubráis vos misma ese pasado tan ansiado por conocer, junto a vuestro nuevo presente, logréis saber vuestro futuro y vuestro gran destino.
No debéis temer lo que pueda pasar, os podrá sorprender, pero os alegrarais al fin. Sé que comprenderéis y lo aceptaréis. Os espero mañana al amanecer en el faro de Thember.
atte.: MERRY. >>
Cada palabra resonaba en su mente y se despertaba en ella la inquietud y el temor por no saber lo que le esperaba en lo alto. Su agitación no le hacía desacelerar, parecía fuerte, su gran curiosi­dad podía más que su fatiga.
La luz del sol se fue tiñendo lentamente de rojo, y a medida de que la oscuridad se apoderaba de aquel claro día las luces dentro del faro se encendían en cadena hasta llegar a la muchacha, jugándole una carrera. Ella sólo pensaba en una sola cosa, en quién era ese tal Merry y cómo le mostraría su pasado, su futuro y su destino. Pero lo que temía era si era correcto ir al encuentro de un extraño.
Tratando de dejar de pensar en eso que tanto le inquietaba se dio cuenta de que la noche se había hecho presente y que aquel bello amanecer hacía muchas horas había desaparecido. Descon­certada y aturdida, por no saber lo que estaba pasando, cerró los ojos y trató de tranquilizarse, respirando profundo y pensando que sólo era su cansancio lo que la hacía alucinar. Al abrirlos, cre­yendo encontrarse en las escaleras, se admiró, aún más, al encontrarse en la cima del faro. Miró a su alrededor y se encontró con la presencia de un anciano, con sus cabellos y barbas largas y blancas. Estaba vestido con una túnica del mismo color y en su mano sostenía un gran báculo. El anciano miraba con atención hacia el Sur.
-     Habéis llegado justo a tiempo. Es bueno verla nueva­mente, parece que el tiempo ha pasado tanto para vosotros como para mí, Ámbar- exclamó aquel misterioso hombre.
-     ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Para qué me quie­res?
-     No desesperéis, tened paciencia y escuchad, ya que en el viaje encontraréis las respuestas.
-     ¿Cuál viaje?- interrogó.
-     Comenzaré desde el principio, claro, si mi lady me lo per­mite- le dijo.
 Ámbar creyó entonces que se había enojado y rápidamente agachó la cabeza haciéndole entender que no lo interrumpiría.
-       Me llamo Merry Jeims, vosotros ya me conocéis, pe-ro no lo recordáis aún.  Habrá tiempo para eso, ahora escu­chad: Iréis a Yahannat, El reino de los Humanos, donde os encontraréis con un viejo amigo que adoráis, Xinux Warpp, no preguntéis nada, guardad silencio y sed pa­ciente. Esta es vuestra oportunidad para conocer todo aquello que ansiáis y no debéis de perderla.


Ámbar permaneció en silencio, siguiendo las indicaciones que éste anciano, Merry Jeims, le daba. Todo le parecía tan extraño.
-       Creo que ya es hora - continuó- No os asustéis, todo lo que veréis y viviréis es real, no es ni un sueño ni mucho menos una pesadilla- dicho esto Merry se acercó a ella, la que retrocedió lentamente.
El anciano empujó a Ámbar con el báculo y ella cayó, pero el suelo había desaparecido, y se encontraba cayendo por el faro a gran velocidad. Fugazmente, mientras caía, la figura de las esca­leras, que poco antes subía, se iban desdibujando, encontrando a su alrededor una profunda oscuridad.
Poco después sintió llegar al fondo, creyendo raramente que era su fin. El suelo donde se hallaba era algo húmedo, suave y muy cómodo. Abrió los ojos con temor, no sabía con qué se iba a encontrar ahora, pero todo era aun más extraño. Ya no estaba más en el faro, se encontraba en un bonito jardín, de suave césped y lleno de maravillosas y preciosas flores de mil colores. Se quedó inmóvil momentáneamente mirando hacia el cielo azul, era un día espléndido. Pocos minutos después se levantó sobresal­tada, sentándose sobre el césped al notar la presencia de alguien.  Al mirar a su alrededor descubrió que era un hombre.
Aquel hombre elegante, vestido de guerrero, la observaba con una sonrisa amable y alegre. Sus cabellos dorados cubrían parte de su rostro, sus ojos eran verdes y su sonrisa era tan apacible como ese cielo azul celeste. Algo inexplicable ocurrió cuando cruzaron miradas. Sintió una paz, la cual no pensó tener en ese ambiente tan extraño, aunque lo más importante o extraño era lo familiar que todo le parecía.
Ambos quedaron mirándose como si se conocieran de toda la vida, pero ella no tenía idea de quién era. Sólo las flores se movían danzando por la pequeña brisa que las arrastraba cariñosa­mente y las infinitas y coloridas mariposas que revolo­teaban por doquier, todo esto parecía un paraíso.
-     ¡Qué bueno verla, Ámbar!, Realmente os he extrañado mu­cho mi lady- comentó mientras le extendía la mano para ayudarla a levantarse.
-     Quisiera decir lo mismo, pero realmente ni sé donde estoy- le respondió levantándose con su ayuda.
-     Xinux a vuestro servicio. Me dijo Merry que no os acordáis de nada, que de a poco volverá vuestra memoria. Cambiando de tema, estamos en Samoll en Yahannat, ‘El reino de los Humanos’. Seguro tenéis hambre. Venid a mi cabaña os daré de comer.
-     Sólo si no es mucha molestia.
-     Claro que no, venid conmigo, mi lady. Ese es mi hogar- dijo señalando una enorme cabaña - le pediré a Sulmy que prepare algo, después os daré una habitación para que des­canséis.
Al entrar a la cabaña se sintió muy cómoda, se sentía una brisa fresca entrar por las ventanas. Xinux le señaló el comedor y ella pasó.
-     Tomad asiento, mi lady, por favor. ¿Qué deseáis comer?- le preguntó la sierva.
-     Lo que usted guste, señora- respondió.
-     Entonces lo de siempre...
Ámbar se quedó mirando a su alrededor, su corazón se sentía acongojado, pero su mente estaba nublada, llena de penumbras.
-     ¿Cómo os sentís, mi lady?
-     Bien, creo. Quisiera saber realmente en dónde estoy, qui­siera acordarme, como tú dices, pero… me siento muy rara aquí...
-     Mi lady no os sintáis mal, tened paciencia que ya llegará el momento en el cual recordéis todo - le explicó, algo triste- Sé lo que os podría poner mejor. Podríamos ir a ese lugar que os gusta tanto, así tal vez lograréis recordar. Claro que tendríamos que desviarnos un poco de nuestro recorrido.
Ella asintió y se quedó pensativa. No dijo nada, aunque tenía la duda de cuál era ese tal recorrido que iban a hacer. Minutos después llego la sierva, Sulmy, con la comida, la cual le gusto mucho, estaba deliciosa. Mientras comían Xinux le había co­mentado que Sulmy era como de su familia, y que no la trataba como a una sierva. También le comentó que hoy en día en su país había cambiado, aunque muy poco, la relación con los siervos. Ahora la gente, por lo menos los comunes, trataban mejor a estos que los servían y hasta le daban algunos privilegios, pero aún así habían muchos lugares donde eran tratados como esclavos.
Estaba amaneciendo cuando Ámbar despertó sobresaltada, pa­recía que había despertado de un largo sueño, pero no, todo era real. Se levantó de la cama, recordando cómo llegó hasta allí, y miró por la ventana, en ese instante en su cabeza se cruzaron imágenes entrecortadas de una tormenta; primero vio un cielo gris, después se vio en una cabaña, luego vio a un hombre algo borroso en la puerta, llovía a cántaros, truenos y relámpagos se oían. Fue al escuchar los relámpagos cuando del susto retrocedió cayéndose de espaldas.  Poco después llegó Xinux a la habitación, que había corrido asustado por aquel ruido.
-     ¿Qué ha pasado, mi lady?, ¿Os habéis lastimado?
-     No te preocupes, sólo fue mi torpeza.
-     Tened cuidado, no quisiera que os lastiméis.- le confesó y luego le comentó- Ya va a estar el desayuno. Alistaos y luego bajad. En el placar hay un bolso, elegid varios vesti­dos de los que están allí y cargadlos en él. Poneros el que más os guste. Todo lo que está en esta habitación es vues­tro, son mi obsequio para vosotros, mi lady.
-     Gracias- exclamó sin más palabras para decir.
-     Cuando estéis lista bajad con el bolso porque nos iremos a Ifany.
Xinux se fue, ella sintió curiosidad y se acercó al placar mi­rando su contenido. Se encontró maravillada al ver tantos vesti­dos. Revolvió los cajones y las puertas, y al abrir una corrediza encontró un bolso, seguramente al que se refería Xinux. Lo sacó y lo depositó sobre la cama. Notó que el bolso tenía cosas dentro, aunque eso no le llamó la atención y siguió mirando las ropas del placar. Con toda la paciencia del mundo eligió varios vestidos y los guardó en el bolso, luego eligió uno para ponerse. Era un vestido de seda blanco, como las sandalias que escogió ponerse, entre la variedad de zapatos que había. Las zapatillas que traía puesta, el jeans y la remera las dejó dentro del bolso, separado de los vestidos y calzados que eligió del placar.
Al estar lista, después de cepillar su cabello, bajó y se dirigió al comedor. Iba caminando pensando cómo sería su nueva vida, o descubierta vieja vida, cuando se chocó con Xinux en el pasillo.
-     Pasad al comedor, mi lady, así Sulmy sirve la mesa. Mien­tras podríamos hablar de vuestra vida allá en... - se quedó pensando tratando de recordar, pero al fin agregó- ese lugar donde vivisteis 7 años de vuestra vida.
Ella asintió con un leve movimiento con su cabeza como confundida mirando desvariadamente para todos lados. En segundos se ubicó en una de las sillas del comedor y Xinux la imitó.
-     Ahora bien, contadme.
-     No sé lo que ocurre, pero no puedo recordar nada de antes de llegar aquí. No lo entiendo. ¿Qué me sucede?
-     Será tal vez el portal, que al atravesar aquel mundo con el nuestro te produce pérdida de memoria. No os preocupéis, seguro con el tiempo lograras recordar…
En ese momento recordó un momento trágico en su vida, por lo menos eso fue lo que creyó Xinux que rápidamente preguntó.
-     Ámbar, ¿Qué os pasa? ¡Respondedme Ámbar!
-     Discúlpame - dijo reaccionando.
-     ¿Qué os ha pasado, mi lady?
-     Nada, sólo pensaba – le aseguró, pero intrigada le pre­guntó - Me gustaría que me cuentes de antes, de mí fami­lia, no sé... ¿Quiénes fueron mis padres?
Al preguntar eso Xinux se quedó algo asombrado y no supo que decir. Pero Ámbar insistió.
-     ¿Quiénes fueron mis padres? ¿Tengo familia?
-     Perdonadme, pero al igual que vos mi memoria ha sufrido algunos daños y no recuerdo mucho sobre aquel tiempo de guerras y muerte donde vos habéis marchado a aquel extraño mundo. Además ha pasado mucho tiempo, lo único que puedo deciros es que vuestros padres fallecie­ron, por lo que me ha contado Merry. Os voy a pedir un favor no me pre­guntéis nada, esperad hasta que lleguemos a Ifany y hablemos con Kapana, tal vez ella os devele vuestra vida.
-     ¿Por qué iremos al encuentro de esa mujer? ¿Quién es ella y cómo puede saber de mi vida?
-     Iremos porque Merry me lo ha mencionado, me ha pedido que os lleve al encuentro de esta clarividente. Debéis disculparme, pero yo no puedo aclarar vuestras dudas, no recuerdo nada de vuestro origen. Quedan en mi mente sólo recuerdos de nuestras aventuras, es como si toda la historia que nos rodeara haya sido borrada de mi memoria. Si lo supiese no dudaría en deciros.
-     Lamento si soy insistente, es que quisiera saber sobre ellos, es lo que más me importa en la vida. No quisiera que nada ni nadie impidiera que descubriera quién soy yo. Si es cierto que pertenezco acá voy a hacer lo imposible para recordarlo, para saber mi historia.
-     Lo sabréis muy pronto Ámbar, ya lo veréis– le aseguró alentadoramente.
-     Aquí tienen vuestro desayuno preferido, jugo de naranja, huevos y Rañun.
-     ¿Rañun?- se pregunto Ámbar
-     No os preocupéis, os va a encantar, lo sé porque es nues­tro desayuno preferido.
Ámbar comió tranquilamente, estaba algo pensativa, pero no podía negar que la comida estaba exquisita. Al terminar el des­ayuno Xinux y Ámbar juntaron el equipaje y despidieron a Sulmy. Fuera los esperaba un carruaje. Para Ámbar todo parecía muy repentino, pero nada le era más importante que responder todas sus preguntas y por fin sacarse esas dudas que tanto le aquejaban. Fuera lo esperaba un carruaje con un hermoso caballo.
-     Llegaremos al anochecer, al mediodía descansaremos bajo la sombra y comeremos algo- le comentó mientras subían a la carroza.
Ella asintió y admiro al majestuoso corcel, algo en este le agradaba. Ambos entonces subieron al carruaje y marcharon.
El sol irradiaba sobre sus cabezas, era medio día, y Xinux de­cidió que era hora de descansar. Bajaron del carruaje y se senta­ron bajo la sombra de un enorme árbol. Mientras comían, Xinux empezó a relatar.
-     Los Amamols son unas figuras legendarias, muy respeta­das por los habitantes de Yahannat, porque fueron los que defendieron a nuestros pueblos de las guerras y ahora ya­cen como árboles inmóviles que nos brindan su sombra. Creo que no existe ninguno con vida, aunque creo que los pocos que quedaron se refugiaron en el pantano, ningún mago quiere entrar a ese lugar, no sé porque, y tal vez eso los llevo allí. Solían ser árboles de defensa de nuestros reinos. Los Amamols y los humanos se llevaban bien, pero Naeris ha terminado con ellos, y quiere terminar con todo. Por eso veréis que prácticamente no existen los duendes, las hadas, los enanos, los unicornios. Peor aún, dicen que ha matado a todos los dragones, pero sé que eso no es así.
-     ¿Por qué lo dices?
-     Porque él está buscando algo, está buscando a un dragón en especial...
-     ¿A qué te refieres?, ¿Qué busca ese tal Naeris?
-     Es un mago ruin, No sé exactamente lo que busca pero sé que tiene que ver con un dragón. Aunque digan lo contrario puedo apostar que queda alguno con vida, porque he escuchado rumores de que ronda por las Montañas de Nadramons, detrás del tal Grackon… Juro que aunque sea lo último que haga voy a averiguar qué es lo que tiene entre manos y voy a echarlo por tierra.
-     Puedes contar conmigo- le aseguró y luego curiosa pre­guntó- Naeris es un...
-     Mago- terminó- Es uno de los magos más poderosos y el más maligno de todos- ella pensó e interrogó.
-     ¿Todos los magos son malvados?
-     Sí, no he conocido mago alguno que no lo sea, los odio, han matado a mi madre y persiguen a todos los de mi raza. Todo mi pueblo ha sufrido por culpa de ellos...
-     ¿Por qué odian a los humanos?
-     ¿Humanos?, yo soy un...
Iba a decir algo pero un ruido tras los arbustos lo alarmó y desenvainando su espada esperó atento a que saliera de allí. Mi­nutos después, detrás de los arbustos salió un pequeño y adorable gatito, color pardo. Ámbar al verlo se emocionó, eran tan simpá­tico y parecía que ella le agradaba, pues se acercó y empezó a ronronear mientras rozaba su pierna. Entonces lo tomó entre sus brazos y lo acarició.
-     ¡Qué bonito!- expresó contentísima- Me gustaría quedár­melo- murmuró.
-     ¿Por qué no os lleváis con nosotros?
-     ¡Qué bueno! Pero debo ponerle un nombre... - se produjo un breve silencio y luego exclamó- ¡Pardy! Porque es de color pardo y es tan chiquito...
-     Muy lindo nombre habéis puesto, pero por otro lado debe­mos continuar el viaje, así podremos llegar antes de que se esconda el sol.
Juntaron las cosas y subieron al carruaje, Ámbar llevó entre sus brazos al pequeño animalito. El sol aún estaba fuerte, los árboles empezaron a abundar y de a poco penetraron en una gran arboleda de Amamols, por lo que el sol no les preocupó.
 Ámbar estaba emocionada, esos árboles eran enormes, llenos de vida y llevaban marcas de espadas y armas hundidas en su cor­teza. Era confortable para ella, aquella sombra refrescante y ese aire tan puro la llenaba de vida. Ella observaba con atención todo aquel hermoso y nuevo paisaje, los pájaros y animales exóticos, con sus nidos y cuevas.
A Xinux el viaje le fue muy largo, iba mirando distraída­mente el camino disimulando no observar a Ámbar, aunque ella no lo notaba, estaba muy entretenida mirando el maravilloso paisaje y antes de que se dé cuenta el sol se ponía, la oscuridad se acercaba.
-     Ya estamos llegando, sólo faltan unos segundos.
Ámbar no respondió, lo miró y asintió, luego miró al frente y vio delante de ella una montaña muy grande, a la que se fueron acercando poco a poco. Minutos después estaban delante de ella una gran cueva, oscura como boca de lobo. Ya era hora de bajar.
-     No os asustéis- dijo Xinux mientras se acercaba a un cos­tado de la entrada.
Agarró una rama, que estaba a orillas de la cueva, y la jaló hacia abajo. En ese mismo momento dentro de la cueva se pren­dieron antorchas guiando la entrada.
-     Ahora acompañadme, tenemos que hablar con Kapana.
Ámbar, a la par de Xinux, entró en la cueva y a pocos metros se encontraron con un desvió.  Él se encontraba desorientado, pero tratando de tomar las riendas en el asunto, decidió ir a la derecha, cuando de repente escuchó la voz de Ámbar.
-     ¡Pardy!, ¿Adónde vas?
-     ¿Qué os ha pasado?- interrogó.
-     Nada, es sólo Pardy que tomo el otro camino y tengo que ir a buscarlo.
-     Así lo haremos, mi lady. Iremos los dos.
A pocos metros de distancia encontraron a Pardy.
-     Parece que quiere que lo sigamos.
-     Lo seguiremos entonces- le contestó y pensó- ¿Qué querrá mostrarnos este gracioso gatito?, ¿Sabrá dónde en­contrar a Kapana?
Ambos salieron corriendo tras Pardy.
-     Parece que estamos cerca, escucho una voz a poca distan­cia de aquí.
-     Yo también la escucho, Xinux.
Xinux la miró asombrado y cálidamente le respondió con una sonrisa. Era la primera vez, desde que ella había vuelto, que lo llamó Xinux, se sentía muy feliz por la idea de que todo pueda volver a ser como antes.
-     ¡Deteneros!- exclamó una voz, mientras Pardy desapa­recía tras una puerta- ¿A dónde creeos qué vais?
-     Queríamos hablar con Kapana.
-     ¿Quiénes sois vosotros?- preguntó aquella voz masculina, su cuerpo, desdibujada por la oscuridad, se hallaba en un rincón del pasillo.
-     ¡Dejadlos en paz, Misap!- exclamó una voz femenina, luego refiriéndose ellos dijo- Los estaba esperando- ¡Pa­sad por allí!
La mujer señaló una puerta y ellos entraron, dentro estaba os­curo sólo la iluminaban infinitas de velas blancas, y habían una fuente de agua sobre la mesa de mantel negro, igual que las pare­des de aquella habitación que daba al ambiente mayor oscuridad.
-     ¡Sentaos!- les dijo amablemente, ofreciéndoles dos sillas enfrente de aquella mesa- Ahora veréis- dijo luego que se ubicaron en las sillas- Soy Kapana, ya sé lo que vosotros queréis y os complacería, pero desgraciadamente no puedo hacer mucho por vosotros, es muy fuerte el futuro que depara a vuestras vidas.
-     ¿A qué os referís?
-     Ya lo veréis. Primero, Ámbar, mirad atentamente el agua de la fuente que está aquí- le explicó apuntando la fuente- Ahora, no apartéis vuestros ojos de allí, hasta que os or­dene. ¿Entendéis?
-     Sí.
-     Xinux alejaos un poco de la mesa, colocaos cerca de la pa­red, tened cuidado con la velas.
Ámbar no apartaba la vista de su reflejo en el agua, y co­menzó a ver imágenes. Entre ellas vio una gran montaña, se vio escalándola, cuando de repente Kapana da un golpe al agua con fuerzas, salpicando sus ojos.  Ámbar no pudo evitar cerrar los ojos ni alejarse de la fuente, sus ojos le ardían.
-     Ahora podéis cerrar los ojos, tomad esta toalla, secaos.
Ella tomó la toalla y se secó su rostro. Xinux se asustó, pen­sando que algo malo había pasado, y cuando ya se iba a levantar Kapana le indicó.
-     ¡Sentaos!, A ella no le pasa nada, la he curado de un hechizo. Ahora ya no estará más ciega.
-     ¿Ciega?- se dijo a sí mismo- Ella no estaba ciega
-     Ya sabréis a que me refiero.- le contestó.
Ámbar escuchaba la conversación, pero no entendía lo que decían. Sus ojos le seguían ardiendo y no lograba abrirlos.
-     ¡Abridlos ahora!- le ordenó.
-     Pero no pue... - antes de terminar de decirle que no podía, ella abrió los ojos, instantáneamente el ardor desapareció.
-     Ahora estáis lista. Quisiera hablar con Ámbar a solas, luego hablaré con vosotros.
-     Entendido, esperaré fuera.
-     ¿A qué te referías al decir que estaba ciega?
-     Al parecer alguien ha nublado vuestras visiones, sé que és­tas os ayudaran.
Ámbar no supo que decir sobre eso, pero luego le dijo.
-     Me dijo Xinux que usted podía hablarme del pasado- le co­mentó cuando este salió.
-     Xinux dijo la verdad, yo sé de vuestros padres, pero me han impedido que os cuente de vuestra vida. Os con­taré algo mejor, la leyenda de Yahannat, así conoces un poco de estas tierras. Hace 17 años hubo una pelea entre las razas en Unamilum, por culpa de una pareja estalló una gran guerra. Aquellos rom­pieron las reglas, porque eran de razas diferentes y su amor estaba prohibido. La mujer maga y el hombre común se escapa­ron y tuvieron un hijo, al que un profeta anunció como la salvación. Un mago maligno deseaba a aquella mujer maga y juró vengarse por su desprecio y asesinar al mal­dito que se la robó y a ese bastardo, como él los lla­maba. Aquella pareja fue muerta por él y por su ejército, pero el niño se salvó inexplicablemente. El maligno mago lo buscó durante 10 años, y cuando al fin lo encontró lo mandó a matar. La criatura huyó advertida por un mago blanco, y aquel mago negro, no ha logrado encon­trarlo. Ahora sabe que el tiempo ha llegado, que la pro­fecía se va a cumplir, y que no podrá seguir huyendo de él, no te­niendo más opción que luchar.
Ámbar escuchó el relato, pero no entendía que tenía que ver con ella.
-     ¿Y de mis padres que puedes decirme?
-     Escucha Ámbar, debéis de encontrar el rubí que encierra el alma de vuestra madre, ella os necesita y sé que al encon­trar eso ella misma podrá deciros que hacer.
-     ¿Y dónde puedo encontrar ese rubí?
-     Sólo puedo deciros que lo encontraréis en Janas, pero no sé más, se encuentra en un lugar donde sólo vos podéis en­contrarlo. Ya se hace tarde, debéis iros- le anunció- sal y avisadle a Xinux que entre.
Así lo hizo. Cuando Xinux estuvo frente a ella, ésta le dijo:
-     Xinux, no puedo deciros de vuestro pasado, pues ya lo sabr­éis, pero tampoco puedo deciros mucho de vuestro futuro, porque es muy impredecible. Sólo os digo que hagáis caso a vuestro corazón y controlad sólo algunos impulsos, los cuales os ayudaréis. Sabréis que hacer, pero tened cuidado hay muchas personas que os traicionarán y depende de vosotros desenmascararlas. Cuidad de Ámbar, ella es muy valiosa para Unamilum.
-     ¿A qué os referís?
-     Ya lo sabréis, por lo pronto dirigíos a Janas y luego iros al Reino de Yahannat, eso es lo único que os puedo decir por ahora. Tendréis mi ayuda para descubrir el secreto que yo no tengo derecho a contar. ¡Suerte! Marchad ahora, la luz del sol os ayudará.
Xinux se marchó de allí y encontró a Ámbar dormida, sen­tada al lado de la puerta. La despertó y casi arrastrándola la llevó de la mano fuera de allí. Pardy, que había desaparecido durante un tiempo, los seguía rápida y silenciosamente detrás.
Al salir de la cueva Ámbar notó que Pardy los seguía, lo es­peró y lo tomó en sus brazos con cariño. Todo aun estaba oscuro, pero a lo lejos, por el Este, se notaba que el cielo empezaba a aclararse. La oscuridad se iluminaba aún adornada por millones de luciérnagas que volaban por doquier. Al acercarse al carruaje no encontraron al caballo, raramente no encontraron huellas de este por ningún lado, por lo que sin decir nada Xinux recogió las cosas más necesarias del carruaje e invitó a Ámbar con un gesto a continuar a pie.
-     La adivina no me dijo mucho, en realidad no respondió nin­guna de mis preguntas.
-     Realmente no nos dijo nada importante, esto es extraño, pero debe­mos de continuar, en el camino encontraremos la verdad.
-     ¿A dónde iremos?
-     Iremos al reino Yahannat, allí deben de saber de vos, pero primero iremos a Janas. No nos queda muy lejos de aquí el castillo. Espero que no os moleste. Cuando salgamos de allí, iremos a la cabaña. Tratad de no creed siempre en los demás. Veréis que sólo los que os quieren y aman estarán allí cuando estéis en peligro.
El rostro de Xinux estaba algo extraño y a Ámbar le produjo un estremecimiento y pensó lo de no confiar en los demás y a que peligros él se refería.